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LA TORRE DE HERCULES: UNA INOCENTADA DE GIANNINI
2006-02-25 21:32:56+01
Nota: Buscando otras cosas en viejos disquetes, encontré este texto escrito hace 16 años. En cierta forma marca el comienzo de lo que fue la rehabilitación, física y moral, del monumento, incluyendo la celebración del bicentenario de la restauración dirigida por Giannini y la posterior excavación y rehabilitación del monumento entre 1992 y 1994. Ahí queda como curiosidad histórica.
LA TORRE DE HERCULES: UNA INOCENTADA DE GIANNINI
Cuando el 28 de diciembre de 1790 el Caballero Ingeniero Ordinario de Marina D. Eustaquio Giannini -a quien se había encargado la restauración de la Torre de Hércules que financiaba el Consulado Marítimo de La Coruña a fin de convertirla definitivamente en un faro útil para la navegación contemporánea- dio por concluida la obra realizada bajo su dirección, posiblemente no fuese consciente de que estaba jugando una fantástica inocentada a varias bandas, cargada con toda la ambigüedad que sólo la casualidad o la genialidad pueden preparar.
Lo cierto es que Giannini nos ha dejado como herencia el único faro romano del mundo actualmente en ejercicio, y, al mismo tiempo, el único faro romano en el que, al contemplarlo desde el exterior, no vemos nada, absolutamente nada, de romano. Buena inocentada, sin duda. Pero no mayor que la jugada al tiempo y su labor destructora: la vida de la Torre, desde su construcción hasta la intervención de Giannini, era la de una lenta pero inevitable degradación progresiva, encaminada hacia su completa destrucción. Giannini, burlando al aparentemente inevitable destino, nos ha garantizado la conservación de un faro casi bimilenario; pero pagando el precio de no poder verlo, de dejar oculta la obra inicial bajo una costra elegante que lleva su nombre.
Y, sin embargo, su realización cumple no sólo los requisitos de su tiempo sino que, anticipándose, responde también a las exigencias de nuestro siglo: no cede a la evidente tentación de realizar una reconstrucción hipotética del faro romano -y no por falta de elaboración teórica: en tiempos de Giannini se tenía clara idea de cómo podía haber sido el faro en origen, idea que coincide, en lo fundamental, con la propuesta de Hutter, la persona que ha estudiado los aspectos constructivos de la Torre con mayor profundidad hasta el momento actual-; lejos de caer en la anastilosis, reinterpreta el juego volumétrico ofreciéndonos una obra exterior sumamente digna e inspirada en la sensibilidad artística propia de su tiempo neoclásico, pero conservando la impronta, asimismo reinterpretada, de los principales elementos que se presentaban al exterior en la fábrica existente en su momento.
El exterior del edificio aparece hoy con una muy buena sillería, cuando en el original era de mampostería concertada en hiladas horizontales. Giannini revistió el núcleo original con una capa de sillares, bien trabada mediante la colocación a tizón de algunos de ellos y el uso de buen mortero, ocultando así la construcción primitiva; pero sobre los paños fundamentalmente lisos realzó los esquinales y los recercados de los vanos -que eran los únicos elementos de sillería en la construcción primitiva-, y trazó, igualmente realzada, una línea envolvente oblicua que respeta en lo fundamental el hueco o roza irregular que existía en el siglo XVIII a modo de negativo de la antigua rampa de la que tenemos noticias, cuando menos, del Licenciado Molina en el siglo XVI.
La Torre que se ofreció a Giannini para su restauración era ya un conglomerado de leyendas y realidades que reflejaba el paso de los siglos. Aún no habían trascendido los umbrales de la especializada erudición las posibles relaciones de la Torre con el mito irlandés de Breogán y sus hijos -recuperadas al parecer por el grupo de Murguía en el siglo pasado, y divulgadas con carácter oficial a través del dominio ejercido en instituciones como la Real Academia Gallega-, pero sí eran sobradamente conocidos, aunque rechazados por la generalidad del mundo culto, los prodigios reseñados en la Crónica General del siglo XIII, según la cual la Torre había sido erigida por Hércules para recordar su victoria sobre el gigante Gerión, cuya cabeza se encontraba sepultada en sus cimientos, y era portadora de un mágico espejo capaz de avistar las naves enemigas a gran distancia.
Al comenzar las obras en 1788, el aspecto exterior del edificio, si bien degradado por el paso del tiempo y las más que probables agresiones humanas, conservaba con fidelidad al menos el núcleo primitivo. En su conjunto era una construcción que presentaba, en planta, una base cuadrada de unos diez metros de lado, con cuatro huecos interiores que se comunicaban dos a dos. En altura, se articulaba en tres pisos sucesivos, con los huecos cubiertos con bóvedas de cañón. Estas habían sido parcialmente horadadas un siglo antes, cuando el Duque de Uceda, en un frustrado intento de paralizar la degradación de la Torre, había construido una escalera interior en madera, así como dos torretas en el remate superior, al lado de una cúpula que quizá conservase aún el trazado primitivo. Giannini respetará este núcleo originario, que constituye el interior del monumento actual, aunque sustituirá la escalera de madera por otra realizada en granito, y modificará el remate superior suprimiendo la construcción abovedada en favor del cuerpo octogonal que actualmente existe. La Torre alcanza así en 1790 su imagen actual, salvando pequeñas reformas posteriores motivadas en lo fundamental por los sucesivos avances en la tecnología de la señalización marítima. Y recupera su primitivo oficio de faro, después de largos siglos de inactividad como tal.
Porque desde época altomedieval, y a pesar de haber servido como hito definidor de un territorio que llevaba su nombre -tierra, distrito o condado de Faro-, su finalidad se había perdido y el antiguo faro se utilizaba como fortaleza. A ello responde el nombre tradicional de Castillo Viejo con el que se le conoció al menos hasta el siglo XVI. Aun a finales de ese siglo, estando el edificio ya arruinado, fue usado como improvisada plaza fuerte por siete hombres, huidos de la Pescadería durante el asedio de Drake en la primavera de 1589, que dio lugar a la Defensa de la Ciudad cuyo cuarto centenario acaba de ser dignamente celebrado.
La restauración de Giannini dio lugar también al primer estudio riguroso sobre los orígenes de la Torre. Nos referimos a las "Investigaciones sobre la fundación y fábrica de la Torre llamada de Hércules, situada a la entrada del puerto de La Coruña", obra del polígrafo José Cornide, redactada por encargo de la Real Academia de la Historia y publicada en 1792. Esta obra sentó las bases del conocimiento sobre el pasado del monumento, permaneciendo válidas hoy en día sus principales conclusiones, incluso tras los estudios realizados posteriormente por Tettamancy (1920), Hutter (1973) y Hauschild (1977), quienes hacen asimismo aportaciones del máximo interés.
Tras la memoria de Cornide queda definitivamente establecido el origen romano del monumento, a pesar de que autores posteriores -Vicetto, Murguía, Verea de Aguiar-, con más pasión que argumentos, se nieguen a admitirlo. Precisar cronológicamente el momento exacto de la construcción es asunto más difícil, si bien las soluciones que se han intentado dar coinciden en un abanico de fechas más bien reducido.
Un indiscutible término ante quem nos lo proporciona Paulo Orosio, quien a comienzos del siglo V d.C., y en traducción del recientemente desaparecido Miguel González Garcés, se refiere a "la ciudad de Brigancia, que tiene un altísimo faro, de memorable construcción entre las cosas de su clase, que sirve de guía a las naves de Gran Bretaña". Esta es la primera ocasión en la que un texto hace referencia a la Torre. Así pues, sabemos con certeza que la Torre estaba ya construida a comienzos del siglo V. Saber desde cuándo lo estaba resulta ya mucho más difícil.
Varios escritores clásicos -Estrabón (siglo I antes de Cristo), Dion Casio (s. III, pero narrando acontecimientos del s. I a.C.), Pomponio Mela (s. I d.C.), Ptolomeo (primera mitad del s. II d.C.)- nos han legado descripciones de nuestro territorio y relatos de distintos acontecimientos, entre los que hay alguno, como el que narra la victoria de Julio César sobre Brigantium, directamente vinculado a nuestra ciudad. Aun a pesar de la escasa fiabilidad de este tipo de fuentes, el hecho de que ninguno de ellos haga referencia al Faro Brigantino puede tomarse como indicio de que todavía no había sido construido en su época o en la de los hechos que relatan. Según esto, la construcción de la Torre no sería anterior a mediados del siglo II después de Cristo (tomando como referencia a Ptolomeo) o a mediados del I d.C. (si nos basamos en Mela).
Pero ni de las anteriores consideraciones ni del análisis del texto de la inscripción actualmente existente bajo una construcción de piedra en las proximidades de la Torre, traducible como "Dedicada a Marte Augusto por G. Sevio Lupo, arquitecto aeminiense, lusitano, en cumplimiento de una promesa", incluso aceptando que inscripción y faro sean obra del mismo Sevio Lupo, pueden deducirse conclusiones con una garantía de fiabilidad que vaya más allá de un mero indicio. Tampoco las consideraciones de Luis Monteagudo, para quien los caracteres del epígrafe y el tipo de aparejo primitivo son indicativos de su construcción en el siglo II después de Cristo, son aceptadas por la totalidad de los investigadores.
Con todo, si relacionamos la Torre con lo que vamos sabiendo acerca de La Coruña en época romana, no parece absurdo suponer su construcción en el siglo II d.C. o, como mucho, en la segunda mitad del siglo I. Porque cada vez más va apareciendo la antigua Brigantium como un asentamiento costero, articulado espacialmente en torno a la antigua playa del Parrote y la Dársena hasta la calle Real, centrado en las actividades pesqueras y comerciales, canalizadas estas últimas a través de un puerto que contaba con funcionarios imperiales encargados de la recaudación de impuestos, y que parece tener su apogeo a partir de mediados del siglo I y al menos durante todo el siglo II. En época más tardía, quizás ya próximo el siglo IV, el asentamiento primitivo parece reducir su extensión o trasladarse a las partes altas de la Ciudad, lo que sugiere una época de crisis; al menos eso puede deducirse de las tumbas de inhumación en caja de tégulas, que en época romana estaban siempre fuera de la ciudad, y que aparecen en áreas anteriormente habitadas, tal como ha sido detectado en la Casa Martelo de la calle de la Franja y, posiblemente, en las excavaciones de mediados de este siglo en la calle Real.
Tan sólo la continuación de la actividad arqueológica que durante los dos últimos años ha venido realizándose en la ciudad, integrada en un amplio proyecto de investigación avalado por el Museo del Castillo de San Antón, asumido por el Ayuntamiento y apoyado también por la Xunta de Galicia y la Diputación, bajo la dirección colectiva de cuatro arqueólogos coruñeses en colaboración con muchos otros profesionales y estudiantes, permitirá avanzar en el conocimiento de los periodos históricos que no nos han dejado noticia escrita.
Al igual que sólo la arqueología podrá solucionar, en el caso de que queden restos susceptibles de estudio, el enigma del aspecto exterior de la Torre en época romana. Mientras tanto, el debate acerca de si la actual construcción no fue más que el núcleo de la primitiva, habiendo existido un muro exterior que cercaría la fábrica hoy existente y serviría de apoyo a las losas de la rampa de subida que sería, en este caso, interior (hipótesis de Cornide retomada últimamente por Hauschild) o si, por el contrario, la mencionada rampa fue exterior, con sus losas directamente embutidas en el cuerpo actual o soportadas por una serie de ménsulas (como se creía en tiempos de Giannini y actualmente defiende Hutter), no podrá pasar de una discusión teórica sin apoyo concreto alguno.
En cualquier caso, a nuestro goce se ofrece un monumento único, con un digno exterior que el próximo Día de los Inocentes cumplirá su segundo siglo, y un interior en el que podemos contemplar la fábrica y los huecos de la construcción original. Un monumento, en suma, merecedor de todos nuestros cuidados y del que la ciudad puede, con toda legitimidad, sentirse orgullosa.
Xosé Mª Bello Diéguez
A Coruña, 17 de enero de 1990
2006-02-25 21:32 | 6 Comentarios
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Comentarios
1
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De: Balduque |
Fecha: 2006-02-26 19:55 |
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Desiderata:
Escriba usted y publique Sr. Sanantón, todo lo que pueda sobre la Torre, que lo hace usted muy bien y sobre ese monumento nadie sabe más que usted.
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2
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De: Rigel |
Fecha: 2006-03-24 21:15 |
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Señor do Castelo:
Disimule usted mi ignorancia, pero ¿qué es "anastilosis"?
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3
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De: J |
Fecha: 2007-09-29 23:19 |
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ESO NO SIRVE
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4
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De: osè M. Coruña |
Fecha: 2008-04-14 19:08 |
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El texto està completamente equivocado su procedencia es de origen fenicio, LOS ROMANOS SOLO COLOCARON LA ESTELA QUE SE PUEDE LEER EN EL INTERIOR DE LA CASETA, PERO NO LA LEVANTARON, SOLO FUE UNA DEDICATORIA U OFRENDA QUE HABÌA QUE REALIZAR Y SE ESTABA OBLIGADO A ELLO. La actual es obra de D. Eustaquio Guiannini, desde la base a la cima, èl demoliò la torre vieja y agrandò sus cimientos y de la vieja se aprovecharon 425 piedras que fueron de nuevo relabradas. El faro nunca fue una fortaleza, esta estaba situada en el terreno de la Pragueira y era la denominada fortaleza vieja, levantada en tiempos de San Pedro de Mezonzo, para evitar las incursiones normandas, pese a que sus restos fueron demolidos en 1955 apenas existe informaciòn sobre esta ciudadela. Antes de escribir conviene documentarse por los mismos documentos originales y no por los escritores ni por las èpicas, ambas cosas conducen a errores. Incluso es probable que los documentos que se le atribuyen a Cornide, es posible que sean los origuinales del propio Giannini que manejò en la construcciòn del referido faro o Columna de Hèrcules. Hoy FARO DE LA HUMANIDAD.
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5
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De: Sanantón do Castelo |
Fecha: 2008-09-20 21:52 |
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¡Meu Deus! ¿Alguén sabe cómo se pode "implementar" un "barbarómetro" para que avise cando metan por aquí barbaridades como as do último comentario?
Gracias.
PS: O falar non ten cancela, e ben se ve que isto é gratis.
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6
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De: Sanantón do Castelo |
Fecha: 2008-09-20 21:54 |
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Esquecíaseme:
Antes de escribir convén aprender a ler.
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