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Hacienda éramos todos...

2006-04-28 17:09:25+02

Hace algo más de dos años, a comienzos de 2004, tuvo entrada en el Museo Arqueológico del Castillo de San Antón un conjunto de piezas realmente singular. Aparecido durante la excavación (dirigida por Víctor Tomás) de un solar en la orilla norte de la calle Real, está compuesto por una lápida-estela romana con inscripción funeraria, la base o peana sobre la que dicha lápida se situaba, y la pequeña vasija cerámica que contenía las cenizas del difunto. La base y la urna permanecían en su posición original, respectivamente asentada y enterrada en la gran playa entonces existente en la zona, mientras que la lápida se encontraba tirada frente a la peana, señalando claramente el nivel de la arena en el momento de la destrucción del monumento.

La lápida, que desde el momento de su hallazgo estuvo expuesta al público en una de las salas del Museo, es de notable calidad, así en su factura general como en las letras, finamente grabadas, de su campo epigráfico. Tanto como objeto en sí mismo como por la lectura de la inscripción que porta, resulta de interés para conocer algunos detalles de los orígenes de la ciudad, por lo que, pasado un tiempo prudencial desde su hallazgo, y sin entrar en el estudio profundo que corresponde a los autores del mismo, consideramos que es momento de darla a conocer al público no especializado.



La inscripción reza así:

D M S
D STATOR
IO PRINC
IP IET FELICI L
IB FORTVNA
TVS EXSAC
TOR

Con las inscripciones romanas ocurre un poco lo que con ese peculiar lenguaje de los mensajes por teléfono móvil: por razones de economía de espacio o de dinero, muchas veces no se escriben las palabras completas sino que se emplean abreviaturas que se estandarizan a lo largo y ancho del imperio. Todavía hoy en las esquelas de los periódicos somos herederos de esa costumbre y de esas fórmulas abreviadas, de forma que cuando alguien lee "DEP", no tiene duda de que nos están queriendo decir "D(escanse) E(n) P(az)", traducción del antes frecuente latín RIP, es decir, R(equiescat) I(n) P(ace).

Así, el comienzo de la inscripción es claro, presentando una abreviatura habitual en este tipo de monumentos funerarios: D M S, es decir, Dis Manibus Sacrum, consagrado (el monumento) a los dioses manes.

En la interpretación de lo que sigue hay discusión. Mientras algunos estudiosos entienden que D STATORIO PRINCIPI ET FELICI LIB (salvado un error de puntuación del lapicida) habla de un solo difunto, Décimo Statorio, liberto (es decir, un antiguo esclavo que alcanzó la libertad), al que se califica de principi et felici, algo así como "el principal y el de mejor trato", referido a un antiguo esclavo favorito, otros interpretan que la tumba es colectiva, y que Statorio, Princeps y Felix serían los nombres de los tres libertos allí enterrados; la D sería una abreviatura de dedicavit o similar.

Y vuelve a haber acuerdo en el final: FORTVNATVS EXSACTOR, el exactor Fortunato, antiguo propietario del (o de los) fallecido(s) liberto(s), que es quien pone y paga la lápida dedicada a su memoria.

El azar, o mejor la actividad rigurosa y consciente de recuperación de un pasado ignorado, hizo que unos mil ochocientos años después reviva la memoria de Fortunatus y de Décimo Statorio (o de Statorio, Príncipe y Feliz según la otra versión). No deja de tener su punto de emoción darnos de narices con los nombres y los gestos de los primeros coruñeses, así como con sus actividades sociales: esclavos (o esclavos manumitidos) y, en un caso, exactor, cobrador de impuestos, funcionario de Hacienda.

No es Fortunato el primer exactor que conocemos en la ciudad. En la Iglesia de Santiago se conservan dos pedestales de sendas estatuas, dedicadas a los emperadores Marco Aurelio y Lucio Vero, por Reginus, un esclavo imperial con funciones administrativas, que se definía, o así se leyó durante mucho tiempo la inscripción, como exactor. Sin embargo, hace unos pocos años el Dr. Pereira Menaut, al revisar las inscripciones, observó que había una separación entre el EX y el ACTOR, de forma que no debía leerse exactor, cobrador de impuestos, sino ex actor, ex agente. No tendríamos, pues, un funcionario de hacienda, sino un esclavo imperial que había ejercido como agente del imperio, como funcionario sin más especificación, y se había retirado o jubilado.

Fortunato viene ahora a devolver los recaudadores de impuestos a la antigua Coruña. La pequeña incorrección ortográfica al escribir EXSACTOR en lugar de EXACTOR no deja opción a dudas: estamos ante un auténtico exactor.

Permítanme, aunque sea osado por mi parte, expresar mi preferencia por la primera de las opciones de lectura antes citadas, y quedarme con ese Fortunatus, recaudador, que en un acto de amistad, de cariño y de piedad, consagra a los dioses manes una lápida dedicada a Decimo Statorio, su antiguo esclavo principal y más feliz, al que había dado la libertad.

Cuando dentro de poco cubramos los impresos de la declaración de la renta, tengamos un recuerdo (¡amable, por favor!) para estos primeros coruñeses que, hace casi dos mil años, eran tan parecidos a nosotros, impuestos incluidos.

Larga vida, pues, en nuestro recuerdo al recaudador Fortunato y a su liberado esclavo principal Décimo Statorio, antiguos conciudadanos, de los que, venciendo a la labor destructora del tiempo, conocemos nombre, profesión y actividad.


2006-04-28 17:09 | 1 Comentarios


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Comentarios

1
De: Vendell Fecha: 2006-04-28 22:27

Y a mi enterradme sin duelo
Entre la tierra y el cielo...

¡liberto y Entre la playa y el cielo>amante de las olas!



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