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Quotidianum

As cousas do día a día,
dende a trastenda arqueolóxica persoal de
José María Bello

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Inicio > Historias > Boas e malas prácticas en arqueoloxía (ou De cómo fracasar no intento de reventar unha escavación)

Boas e malas prácticas en arqueoloxía (ou De cómo fracasar no intento de reventar unha escavación)

2012-02-01 20:24:36+01

Tomado das alegacións de xullo de 2009:

 

A) Características de la excavación arqueológica.

Dando por hecho la previa comprensión de que una excavación no es un vaciado indiscriminado de un yacimiento ni una mera busca de tesoros u objetos valiosos, debemos señalar que en la excavación científica contemporánea se basa en el concepto de unidad estratigráfica (en adelante UE), nombre que se aplica a cualquier parte del yacimiento (amontonamiento de piedras, fosa, capa de tierra, muro, corte del muro, montón de restos orgánicos, etc.) diferenciada. Cada UE mantiene con las próximas unas relaciones físicas (está sobre, está debajo, se adosa a, se le adosa, corta a, es cortada por, rellena a, etc.) que reciben el nombre de relaciones estratigráficas. El estudio de estas relaciones y su representación en un gráfico que recibe el nombre de Harris Matrix permite establecer una secuencia global de los procesos físicos ocurridos en el yacimiento a lo largo del tiempo.

La excavación arqueológica consiste en ir descubriendo, identificando, describiendo, dibujando, topografiando, fotografiando y finalmente retirando cada una de las UEs, dejando constancia escrita de todo ello en el instrumento de registro predeterminado, en el orden inverso al de su formación; es decir, se excava lo que está arriba antes de lo que está abajo, lo moderno antes que lo antiguo, de forma que se pueda ir recuperando la visión de las sucesivas y diferentes superficies reales que existieron en el yacimiento a lo largo del tiempo. No hace falta decir que, durante la excavación de cada unidad estratigráfica, se recuperan, tomando su situación tridimensional, los diferentes objetos y otros elementos que están contenidos en cada UE, y que servirán para definir el carácter, cronología absoluta y función de ésta. La técnica y velocidad de la excavación misma depende del carácter de cada UE: una capa de ocupación en el interior de una vivienda debe ser retirada con sumo cuidado, con paletín o incluso con pincel en el caso de huesos, mientras que un potente montón de derrumbes puede y debe retirarse de forma más expeditiva, a pico y pala, o incluso, en los casos más extremos, con ayuda de una pequeña retroexcavadora. Siempre hay que tener en cuenta que la excavación de una UE implica necesariamente su destrucción, por lo que la calidad del registro es inexcusable: todo aquello que no se registre y recoja queda desaparecido para siempre, destruido en el propio proceso de estudio.

Hay, en consecuencia, tres momentos fundamentales y críticos en una excavación: (1) la correcta identificación, definición y registro de cada UE; (2) la comprensión y registro de las relaciones estratigráficas con sus vecinas; y finalmente (3) la excavación secuencial de forma que las más recientes sean excavadas antes que las más antiguas, y sólo después de haber sido convenientemente descrita, dibujada, topografiada y fotografiada. Cualquier fallo o error en cualquiera de estas fases conlleva irremediablemente serios daños en la excavación, llevando a daños irrecuperables al Patrimonio Histórico y a la obtención de conclusiones erróneas cuando no absurdas, y convirtiendo lo que debería ser una actividad científica en una destrucción de hecho de un yacimiento arqueológico.

B) Instrumentos de registro y descripción en la pasada campaña (elviña 2008)

Para una correcta realización del complejo trabajo, con anterioridad al comienzo de la campaña de excavación fueron diseñados los instrumentos y protocolos pertinentes. Además del registro mediante medios informáticos con comunicación WI-FI, diseñados en trabajo conjunto entre el Equipo Técnico Arqueológico, el Servicio de Informática municipal y el informático de la excavación D. Cándido Rico, quien se encarga de esta tarea a título voluntario y gratuito desde 2002 con asistencia de una o dos veces por semana al lugar de trabajo, se establecieron los Libros de Registro de Fotos y de Siglas, el Diario de la Excavación (Documento de Prueba nº 7), así como la herramienta fundamental: la Ficha de Síntesis de Unidad Estratigráfica (folios 62 y 63 del expediente), en la que se concentran todas las informaciones necesarias y obligatorias para cada U.E. Asimismo se pusieron por escrito las instrucciones y procedimientos de trabajo para cada una de las actividades a realizar, en el documento que llamamos Protocolo de Trabajo (folios 51 a 62 del expediente), que fue redactado por el Equipo Técnico (Arqueóloga y las dos Ayudantes de Arqueología denunciantes), con el asesoramiento de esta Dirección Facultativa. Este documento de obligado cumplimiento estuvo en todo momento a disposición de todos los técnicos en la caseta que hizo de oficina y depósito de documentación.

La herramienta fundamental es la Ficha de Síntesis, que consta de numerosos campos. Todos ellos obligatorios según consta en el protocolo, y siendo todos ellos importantes, hay algunos que son fundamentales y críticos, porque condicionan bien la marcha y desarrollo de la excavación, bien la interpretación de la misma. Hay otros cuya ausencia o errores puedes ser subsanados, aunque con pérdida de tiempo y dinero, mediante el posterior estudio de la documentación fotográfica y gráfica, como pueden ser la propia definición o aspectos como el grosor de la UE, que puede recuperarse a veces de los datos topográficos.

Entre los campos de importancia crítica están:
(a) las relaciones estratigráficas; un error u omisión en ellas redunda necesariamente en una mala interpretación;
(b) los campos de dibujos y de fotos de cada UE, pues dejarlos en blanco significa que esa UE no ha sido todavía dibujada o fotografiada, por lo que no se puede excavar, y
(c) el campo de finalización; si ese campo está en blanco significa que la UE no ha sido excavada, por lo que no se pueden excavar las subyacentes y más antiguas.
Huelga decir que cualquier error u omisión en cualquiera de estos tres campos provoca consecuencias negativas para el desarrollo de la excavación, pudiendo llegar a paralizarla o a destrucciones patrimoniales.

C) Organización de responsabilidades.

De los documentos de denuncia y del Pliego de Cargos parece deducirse una organización bipartita, según la cual por una parte está el Director y por otra todos los demás, sean arqueólogos o ayudantes de arqueología. Esa visión no se corresponde con la realidad.

Si bien la dirección de la obra es personal, el Director se ve asistido en sus responsabilidades, según el art. 6.b) del Decreto 199/1997 (DOG Nº 150, de 06-08-97), por un Equipo Técnico, “entendido como aquel persoal titulado con formación específica que posúa áreas de responsabilidade na execución do proxecto”. La relación del equipo técnico forma parte de la documentación que es obligatorio aportar para obtener el permiso de excavación, y formar parte de él constituye un mérito añadido en las valoraciones de oposiciones, concursos y similares, por encima de la de cualquier otro técnico que participe en la excavación. Además, el Director puede nombrar un Ayudante de Dirección (art. 9.1 del citado Decreto) con capacidad de sustituirlo en caso de ausencia, es decir, con responsabilidad de hecho de Subdirección.

En nuestro caso, el Equipo Técnico, copartícipe en la responsabilidad de la ejecución del proyecto, presentado a y autorizado por la Xunta de Galicia, estaba formado por Begoña González Afuera, Lucía Costa Suárez-Torga y María Rodríguez Rodríguez (tal como consta en la página 26 del “Proxecto de escavación e transporte de escombros”, Documento de Prueba nº 5), actuando además Begoña González como Ayudante de Dirección. Las responsabilidades concretas del Equipo Técnico se contienen en el que llamamos “Protocolo” (folios 51 a 62 del expediente), redactado por las denunciantes.

Además de este equipo directivo, para el proyecto concreto de excavación se contó con otros técnicos, proporcionados por la empresa Malvecín S.L., en concreto dos ayudantes y dos restauradoras, que no ostentaban responsabilidad alguna en el desarrollo del proyecto, sino que respondían exclusivamente de los trabajos que les fuesen encomendados por el equipo de dirección. Todo ello además del personal de peonaje, maquinistas de chimpín y retroexcavadora, etc., proporcionado asimismo por la empresa adjudicataria del contrato.

Las misiones y la diferente situación jerárquica del Equipo Técnico y de los técnicos proporcionados por la empresa, vienen claramente marcadas y concretadas en el “Prego de prescripcións técnicas para a realización do “Proxecto de escavación e transporte de escombros 2008” no Castro de Elviña” (Documento de Prueba nº 6), al señalar que la empresa adjudicataria deberá proporcionar “catro auxiliares de arqueoloxía ou peóns especializados” (plazas que fueron ocupadas por Alex y Clara así como por las restauradoras Mercedes y Laura), así como que “O equipo de traballo da empresa adxudicataria realizará a súa actividade baixo a dirección facultativa do arqueólogo (…) José Mª Bello Diéguez, e do seu Equipo Técnico”.

De lo anterior se desprende que la responsabilidad del correcto cumplimiento de los protocolos y procedimientos, tanto en la excavación como en el registro, corresponde al equipo de dirección, no a los técnicos proporcionados por la empresa adjudicataria, quienes trabajan a las órdenes de la Dirección y de su Equipo Técnico.

(...)

F) Evolución de la excavación.

Durante los tres primeros meses todo pareció ir bien. Aunque el ritmo de trabajo era lento, hay que tener en cuenta la dureza del invierno, con temporales que llegaron a tirar las casetas de obra con su violencia. Es de justicia reconocer el gran arrojo de todo el personal puesto de manifiesto en la manera de afrontar lluvias y vientos, no paralizando el trabajo, a veces empapados hasta los huesos, salvo cuando el terreno se transformaba en un charco en el que ni se podía ver lo que se excavaba. El ambiente reinante era de compañerismo, confianza y camaradería, favorecido además por el hecho de afrontar conjuntamente circunstancias físicas muy adversas como las señaladas.

En cuanto a los aspectos técnicos de la excavación, durante esos tres primeros meses me fié completamente de lo que me decía el Equipo Técnico, sobre todo mi Ayudante de Dirección, Begoña González Afuera, en cuya capacidad técnica y responsabilidad confiaba plenamente. Todos los días le preguntaba por los problemas o dudas que pudieran haber surgido, que intentaba en su caso resolver junto con ella o ellas, y si las fichas iban siendo correctamente cubiertas, singularmente los campos señalados más arriba como críticos. La respuesta era siempre que sí. Al llegar el final del día, además de volcar en el disco duro portátil los datos generados en la jornada con los que, según la división del trabajo estipulada, debía trabajar yo por la noche (tratamiento e inclusión en la base de datos de las fotos de campo y de materiales encontrados, dibujo de unidades estratigráficas a partir de los datos tomados con la estación total, etc.), pasaba en la propia caseta las nuevas relaciones estratigráficas detectadas, y contenidas en las tan citadas Fichas de Síntesis de UE, al programa informático correspondiente (el Harris Matrix Composer, de la Universidad de Viena). La cosa no daba para más: se estaban excavando áreas sencillas, compuestas fundamentalmente por tierras de acarreo para la conversión del antiguo castro en tierra de cultivo, de modo que era sencillo tener todo en la cabeza.

Según fue avanzando el tiempo el panorama arqueológico se fue complicando. Bajo esas capas iniciales, potentes pero sencillas, comenzaban a aparecer UEs de más difícil comprensión y lectura, y el Equipo Técnico empezó a plantear dudas sobre las relaciones estratigráficas y el orden que se debía seguir a la hora de excavarlas, al tiempo que el programa informático señalaba incongruencias y contradicciones en la información que le suministraba. Debido a eso, procedí a revisar todas las fichas generadas hasta el momento, y a comprobar el grado de cumplimiento del protocolo de procedimientos para la documentación de la excavación. Mi sorpresa fue grande al ir comprobando que había un alto grado de incumplimiento de dicho protocolo, y el 1 de abril, durante las horas de trabajo, les comuniqué la situación que había detectado, que había que corregir necesariamente. En concreto (según consta en el Diario de Excavación, día 01-04-09 y siguientes):

Como resultado de esa situación, ciertamente lamentable, producida por el incumplimiento del protocolo y por la falsedad o incorrección de la información que se me había suministrado (que decía todo lo contrario), se hizo necesario paralizar la excavación en esa zona hasta que se consiguiese ajustar y entender la situación que se había creado (lo que no se dio hasta bien entrado el mes de junio, después de marchar las técnicas ahora denunciantes).

Interrumpida la excavación de la “catalonga-plataforma”, y no siendo posible excavar en otras zonas, pues faltaban por hacer dibujos y fotos sin cuya existencia previa no se podían excavar nuevas unidades como ya ha sido explicado, hubo que proceder a paralizar el trabajo de los obreros en la excavación, mientras los técnicos ejecutaban unos los dibujos y fotos que faltaban debiendo estar hechos, y otros procedían a revisar a fondo (ésas fueron las indicaciones de la Dirección) las Fichas de Síntesis de UE, verificando que todos los campos estuviesen cubiertos y lo estuviesen correctamente; es decir, se dedicaron a realizar ahora de nuevo lo que en su día había sido hecho de manera incorrecta, sin haber sido convenientemente revisado y corregido por el Equipo Técnico como era su obligación, provocando la paralización de los trabajos y la pérdida de tiempo y dinero al tener que aplicarlos a unos trabajos que ya habían sido anteriormente hechos y pagados.

Como debido a las lluvias de los meses anteriores ya se le habían “devuelto” los operarios de Malvecin en numerosas ocasiones, y faltando dos días para comenzar las vacaciones de Semana Santa, no me pareció oportuno “devolverlos” nuevamente, por lo que se les mantuvo en la excavación, aunque sin realizar trabajo productivo. La disculpa que se buscó fue la de que barriesen la superficie ya excavada para realizar fotografías y pusiesen bien en vertical los perfiles y secciones.

De esta forma, debido al incumplimiento del protocolo de obligado cumplimiento por parte del Equipo Técnico y de la mala información que se me había suministrado, se perdieron tres días de trabajo, del 1 al 3 de abril, que se dedicaron a repasar y completar los datos que tenían que haber sido realizados y asentados en su día, mientras los operarios barrían la superficie de excavación, algo innecesario si se hubiesen tomado las fotografías en el momento de terminar la excavación de cada UE, como era obligatorio hacer y no se había hecho.

Dediqué toda la Semana Santa a intentar ordenar en solitario los datos generados hasta el momento y a hacerme una nueva composición de la situación de la excavación, de forma que, a la vuelta, se pudo volver a excavar ordenadamente; aunque muy pronto nuevos fallos y ausencias en el registro, y sobre todo en los campos críticos de la Ficha de Síntesis, obligaron a dedicar de nuevo días de trabajo a revisar de nuevo las fichas de UEs y el resto de la documentación; los obreros fueron “devueltos” a Malvecín con la excusa del mal tiempo reinante, a pesar de que ya habíamos trabajado anteriormente en peores condiciones climatológicas. En concreto, se dedicaron a una nueva revisión de la documentación media jornada de los días 16 y 17 de abril, así como el 30 de abril completo; en total, otras dos jornadas completas perdidas por la misma causa reiterada. (Ver las entradas de los días citados en el Diario de Excavación, redactado por el Equipo Técnico sin intervención de la Dirección).

Aunque sea difícil de comprender, la situación de fallos y ausencias en las Fichas de Síntesis se repite a lo largo de mayo. Pero ahora se descubre además una nueva situación de excepcional gravedad: como ya fue detallado más arriba (apartado E)(2), folio 6), al excavar un testigo de un metro de ancho situado entre dos zonas previamente excavadas, los técnicos no eran capaces de establecer las correspondencias entre las UEs del testigo y las UEs de las zonas adyacentes que habían excavado previamente, lo que significaba que la excavación de una, de otra o de las tres zonas estaba mal hecha, que las UEs establecidas no se correspondían con la realidad (es decir, que habían sido inventadas). Las consecuencias de este hecho, motivado por un mal trabajo o un mal registro de los técnicos, podrían llegar a ser catastróficas si no se conseguía solucionar, y afectar no sólo a la excavación en sí, sino al Convenio con el Ministerio de Fomento y a la propia imagen del Ayuntamiento de A Coruña. A intentar solucionar este problema se dedicó una larga reunión, en la que extraordinariamente se prolongó la hora de salida dada la gravedad de la situación y la urgencia de su solución (era la zona en la que se estaba trabajando, por lo que la falta de solución implicaría una nueva paralización de la obra por falta de tajo). La reunión no dio resultados positivos, entre otras cosas por las diferentes interpretaciones, incoherentes entre sí, que proporcionaban los técnicos que habían trabajado anteriormente en la zona, por lo que finalmente fue necesario interrumpir los trabajos en el testigo y dedicar los días 7, 8, 11, 12 y 13 de mayo a revisar y completar aquello que debió estar hecho y completado en su momento, con cinco nuevas jornadas de trabajo total o parcialmente perdidas, en las que al ya habitual incumplimiento del protocolo se sumaban ahora errores de suma gravedad en el propio proceso de excavación.

Los errores de excavación y de registro se suceden a partir de ese momento, con mayor frecuencia que antes. Así, el 14 de mayo (véase entrada de ese día del Diario de Excavación) se detecta un nuevo error que obliga a revisar y modificar la documentación generada, lo que ocupa también el día 15, con la consiguiente paralización en la zona afectada.

Con las zonas más importantes del área a excavar paralizadas por errores e incongruencias, con tiempo adverso, durante los escasos días transcurridos hasta el 29 de mayo, fecha prevista para el final de la campaña, la excavación se limita a las partes exteriores de la muralla, de mucho menor interés, en las que se siguen produciendo errores. Durante esta temporada final me llevaba a casa las fichas generadas durante el día y procedía a revisarlas, con lo que podía detectar algunas inconsistencias y contradicciones, e incluso solucionar algunos errores mediante el estudio detallado de las fotografías tomadas en la misma jornada; esos errores y contradicciones detectadas, que frecuentemente afectaban a un 20% de las fichas, se solucionaban al dia siguiente en trabajo conjunto con los técnicos responsables. Pero otros aspectos, como si los dibujos habían sido hechos o no, o si la unidad había terminado de excavarse por completo, no estaban a mi alcance si no se asentaban correctamente en el lugar correspondiente de la Ficha de Síntesis. Este trabajo de revisión se prolongaba cada día hasta altas horas de la madrugada, impidiéndome realizar otras tareas necesarias, como la redacción de nuevos proyectos o la preparación de la documentación necesaria para solicitar los permisos de las siguientes actuaciones.

Y así se llega al último día programado, el 29 de mayo, con un trabajo hecho que en esos momentos no habría pasado el menor examen. El volumen excavado era manifiestamente insuficiente, incluso teniendo en cuenta las desfavorables condiciones meteorológicas, debido a las reiteradas pérdidas de tiempo, dedicado a revisar y revisar una y otra vez el trabajo previamente mal realizado por los técnicos; con dos zonas adyacentes cuyas unidades resultaban inconexas entre sí; con las zonas más importantes imposibles de comprender; con un conjunto de técnicos que cada vez cometía más errores en el proceso de excavación (lo que resultaba explicable por el agotamiento tras una campaña tan larga y tan dura, pero resultaba un serio inconveniente si se pensaba en prolongarla); y con un Equipo Técnico que había hecho dejación de sus responsabilidades y que reiteradamente no cumplía mis indicaciones, siempre emanadas del protocolo redactado por ellas mismas, lo que resulta algo difícil de comprender, sobre todo cuando los principales problemas no venían del trabajo de excavación, sino simplemente del hecho de no apuntar en la ficha el trabajo hecho, lo cual es algo que a todas luces no ofrece la menor dificultad, pero provoca considerables daños y perjuicios a la excavación.

Yo no sabía qué decisión tomar. Terminar la campaña podía significar el final del proyecto debido al estado en que se encontraba el yacimiento en esos momentos. Continuarla en las mismas condiciones parecía garantizar la acumulación de nuevos errores, contradicciones y dudas. Sopesando pros y contras fui comentando con las componentes del Equipo Técnico, como partícipes en la responsabilidad de la ejecución de la obra (aunque en sus declaraciones parecen situarse como ajenas a la misma), hasta que en un momento del día decidí que no debíamos seguir. En esos momentos, de seguir así, no excavaríamos un yacimiento, sino que lo destruiríamos; y no había ninguna garantía de que la situación pudiese mejorar. Por otra parte, mi estado de agotamiento y lo que resultaba previsible para el mes de junio (sobre todo por la proximidad de los acontecimientos relacionados con la Torre de Hércules y su candidatura como Patrimonio de la Humanidad, en lo que algo tuve que ver), apuntaba a que mi dedicación no podría ser la necesaria para reconducir, en caso de que fuera posible, la situación. Les planteo además que, ante la imposibilidad de controlar la excavación a la vista del reiterado incumplimiento de las obligaciones, estaba reflexionando sobre la posibilidad de dimitir como director, dejando todo el asunto en sus manos; que me lo iba a pensar el fin de semana y sabrían mi decisión el lunes.

Cuando quedo solo en la caseta de oficina, entra Begoña González Afuera y, con tono exaltado, en un monólogo rápido y continuo, saliéndole las palabras como un torrente imposible de contener, me dice que si yo lo dejo ella también lo deja; que ella vino a vivir a Coruña y a trabajar al castro porque estaba enamorada de Elviña, pero también había venido por mi, porque creía en mí, porque quería que fuese su maestro y ser mi discípula. Que sabia que me había fallado, que no había sido capaz de llevar a cabo las tareas que le había encomendado y ella había asumido; que la culpa de que la excavación estuviese descontrolada y de que el método establecido no funcionase era suya; que era consciente de que yo estaba trabajando más allá del límite de mis fuerzas; pero que si yo dejaba Elviña todo carecía de sentido y ella no pintaba nada allí; que además no sería capaz de llevar una excavación tan compleja; que sólo podía seguir si yo seguía; que no quería trabajar en Elviña con ningún otro director, y que por favor no dejase la excavación, por ella y porque si yo lo dejaba todo se vendría abajo.
He de reconocer que me emocioné ante esa repentina y (entendí entonces) sincera declaración de devoción intelectual. Cuando terminó le dije que se sentase, se tranquilizase y hablásemos un poco. Ya más calmada, Begoña me dijo que era consciente del papel fundamental de las Fichas de Síntesis de UE, que sabía que sin ellas bien cubiertas no era posible dirigir la excavación de modo correcto; que ella les insistía continuamente a las Ayudantes de Arqueología en esa necesidad, pero que no conseguía que le hiciesen caso.

La tranquilicé en ese aspecto diciéndole, como ya había hecho en anteriores ocasiones, que era consciente de su esfuerzo en ese sentido y que no la hacía responsable de esos fallos; que cada persona es responsable de lo que hace y ella no era responsable de los fallos de los demás, aunque debía intentar detectarlos y, si era posible, evitarlos. Pero que ahora se trataba de una postura reiterada y persistente de tomar con frivolidad la fase crucial, cual es la de documentar todo lo que se destruye, que se convierte en destrucción incontrolada y gratuita si no se documenta. Y que lo peor es que no lograba entender por qué se daba esa persistente negativa de hecho a anotar en el lugar debido lo realizado, siendo como es el acto más sencillo y más elemental de todo el proceso; y esto a pesar de haber pedido insistentemente, casi suplicado en varias ocasiones, que me aclarasen el porqué, porque sin conocer la causa no podía actuar para corregir el fallo.
Me respondió Begoña que era consciente de todo eso, que ella también les había preguntado insistentemente por qué no documentaban, pero que tampoco había obtenido respuesta de ningún tipo ni había conseguido que lo hiciesen correctamente.

Siguió la conversación por derroteros más personales, y en ella Begoña me comunicó que estaba mal, contándome sus síntomas, y preguntándome si me parecía oportuno que acudiese a un médico; sin dudarlo le respondí que sí, cuanto antes, porque lo que me contaba me sonaba, además de al agotamiento que todos sufríamos, a un comienzo de depresión, por lo que debía acudir a un facultativo antes de que la cosa fuese a mayores. Terminamos la conversación, Begoña más calmada, yo con un elemento más para barajar en el lío de la decisión a tomar, y nos reincorporamos al trabajo.

Nuevos errores en la excavación en ese mismo día me hicieron retomar la decisión de cortar la excavación ya. Mientras reflexionaba di un rodeo al castro mientras tomaba fotos, y al volver a las casetas llamé al móvil de Begoña, que estaba todavía en el coche de Lucía en el aparcamiento. Me dijo que en el castro sólo quedaban ellas dos, que los demás se habían ido a casa al terminar la jornada. Le pedí que volviesen Lucía y ella a la caseta de oficina para ayudarme a valorar el trabajo de ese día, la situación de la excavación y, finalmente, a tomar la decisión definitiva sobre terminar la campaña o continuarla unas semanas más. Revisamos las fichas de ese día y encontramos serios errores al estar ausentes las anotaciones de los dibujos realizados. Revisamos ese campo en todas las fichas, y el resultado fue que en las muchas que fuimos corrigiendo y completando (sigo sin explicarme cómo estaban así después de la enorme cantidad de horas, más de 200, que se habían dedicado ya a esos menesteres de corrección), la mención de responsabilidad correspondía a los técnicos suministrados por Malvecín, con quienes terminaba ese día el compromiso previamente pactado. Ante esa evidencia, decidí no proceder a un nuevo encargo, y continuar la excavación el lunes contando sólo con el Equipo Técnico para la parte estrictamente arqueológica de campo. Aunque el rendimiento fuese menor, era preferible excavar menos pero bien documentado, que más y de forma embarullada. Si realmente el problema del registro estaba en esas dos personas, se abría una puerta a la esperanza de retomar la excavación de mejor manera y resolver los problemas planteados, iniciando una nueva fase en los trabajos.

El lunes 1 de junio empezamos esta nueva fase, informando al Equipo Técnico de que, en virtud de las palabras que Begoña me había dicho el pasado viernes, había decidido abandonar la idea de dimitir, por lo que proseguiríamos la excavación. Por la tarde me avisan de que Begoña González Afuera está en el suelo, por causa de una insolación (Lucía Costa Suárez-Torga lo presenta en su declaración como un ataque de ansiedad); tras mojarla con agua y llevarla a la sombra de la caseta de obra se fue recuperando, y al final de la jornada la llevé a la cafetería más próxima a que tomase algo para recuperarse y de allí a su casa. La excavación había proseguido con normalidad.

El martes 2 de junio, con la excavación al menos aparentemente normalizada, al finalizar la tarde Begoña González Afuera, como Ayudante de Dirección, se quedó en la caseta y repasamos lo hecho en esos días; al terminar, preocupado por su estado, le propuse ir a tomar algo y continuar la conversación. Estuvimos en el Trotamundos, cerca de su casa, lugar al que según me dijo iba con frecuencia con sus padres cuando venían a visitarla. La conversación fue muy fluida y cordial, y en ella me contó asuntos de su familia que obvio en este informe, aunque sí hago constar que le volví a insistir en la conveniencia de que acudiese a un médico; al bajar del coche frente a su casa, entre las 20:30 y las 21:00 horas, me dio las gracias por el tiempo dedicado (Begoña sabía que ese tiempo se lo robaba al sueño, pues todavía me quedaba mucho trabajo que hacer en casa para tenerlo preparado para el dia siguiente), que habia sido un rato muy agradable y que le había venido anímicamente muy bien. Debo señalar que para nada me habló de problemas de relación conmigo ni de ninguno de los extremos que posteriormente denunciaron, a pesar de que el clima de la conversación lo permitía sin problemas.

El miércoles 3 de junio, al llegar a la excavación a media mañana, me encuentro a María Rodríguez Rodríguez con tres obreros en la misma cata, en la que no había espacio para tanto personal. Al hacerle ver que mis instrucciones eran que los obreros debían estar a una distancia mínima de 2 m uno de otros, María me respondió que era la única técnica presente en la excavación, porque Begoña González Afuera se había encontrado mal y Lucía Costa Suárez-Torga había decidido llevarla a casa de su madre (de Lucía). Nadie me había comunicado nada, aunque conocían la instrucción de comunicarme de inmediato cualquier incidencia extraordinaria que ocurriese en la excavación, para lo cual disponían de mis dos números de teléfono móvil, el corporativo y el particular, y habíamos establecido (por sugerencia del Jefe de Servicio de Informática), que a fin de evitar gastos en sus teléfonos particulares, para conmunicarse conmigo me harían una “llamada perdida”, tras la cual les devolveria yo la llamada. No hubo intento alguno de comunicación. Llamé a Lucía, haciéndole ver que a mi juicio su comportamiento había sido equivocado, que había debido llamarme para pedir instrucciones. Le dije que no me parecía oportuno que, en medio de la jornada de trabajo, un trabajador se ausentase por su cuenta de su puesto, sin previo aviso, para llevar a otro trabajador, por motivos de salud estimados por persona no competente al respecto, a casa de su madre; que cuando un trabajador se encuentra mal lo que corresponde es acudir al médico; por lo que lo que procedía en mi opinión era que de inmediato llevase a Begoña al médico correspondiente, o al médico municipal, o en su defecto la trajese a la excavación para llevarla yo al médico, a fin de que el facultativo actuase según su mejor criterio. Y le dije que si el médico le recomendaba a Begoña una baja, que por favor no la rechazase, pues me daba la impresión de que Begoña estaba necesitando de forma imperiosa un descanso en el que se desvinculase de los problemas de la excavación, que estaba interiorizando de forma excesiva, sobre lo que había incidido la muerte repentina de su tío (ocurrida unos días antes) y la fuerte insolación que había sufrido hacía dos días. Así lo hizo Lucía y Begoña, tras resolver unos problemas burocráticos (para los cuales solicité ayuda al Servicio de Personal, por medio de la Jefe de Departamento, Lorena), fue por fin al médico el cual, según me comunicó más tarde, le dijo que descansase unos días para ver cómo evolucionaba antes de valorar si procedía darle una baja más larga. No volví a saber más.

De los dos días restantes de la semana, 4 y 5 de junio, poco puedo decir en detalle de forma documentada. Lo que figura en el Diario de Excavación (ver nota sobre la entrada del 09-06-09) es lo siguiente:

O día 4-06-09 abandonan o diario sen previo aviso. Descúbroo o día 09-06-09. Hai quebranto e dano, por canto descoñécense os datos do realizado o día 4 e 5 de xuño. Tentarei recuperalo de fotos e debuxos. Retómase o diario o día 09-06-2009”, junto con mi firma.

El asunto es de considerable gravedad, y revelador de la actitud que habían adoptado las dos Ayudantes de Arqueología, componentes del Equipo Técnico copartícipe de la responsabilidad de la ejecución del proyecto, lo que se ve reforzado con lo ocurrido el lunes 8 de junio que más adelante detallo. Lo que recuerdo (a falta de las obligatorias anotaciones en el diario debo acudir a mi memoria) es que la actitud de ambas personas en esos dos días fue francamente negativa. Entre otras cosas, me encontré con la sorpresa, al revisar las fichas, de que habían dejado nuevamente sin cubrir los campos de los dibujos realizados, motivo por el que unos días antes, con presencia de Begoña y Lucía, había decidido prescindir de la renovación de los técnicos proporcionados por Malvecín. Llamé a Lucía y a María a la caseta de oficina y las reconvine al respecto, haciéndoles ver el sinsentido que representaba esa situación. Al salir, bajando hacia la cata, al quedarse Lucía en la estación total, le dije algo como (las comillas no pretenden ser literales) “Venga, Luchi, animate, que tú puedes hacer esto de maravilla si quieres”. Ella me miró extrañada y me dijo: “Joder, tío, no te entiendo; acabas de echarme una bronca, y ahora me animas y me dices que lo puedo hacer de maravilla”. “Pues es bien fácil, Lucía”, le respondí; “en la caseta era el director de la excavación quien, en contra de lo que me gustaria, se veía obligado a llamarte la atención por el mal trabajo realizado una vez más; ahora soy José María, y con todo mi aprecio intento animarte y alegrarte después de la bronca que el director se vio obligado a echarte en cumplimiento de su obligación”. Creo que ésas fueron las últimas palabras que crucé con Lucía en la excavación.

De los resultados de la excavación de esos días hablan los propios datos de la excavación; y no los que yo pueda aportar como parte, sino los que proceden del trabajo de revisión de fichas (Documento de Prueba nº 3, cuadro resumen en Documento de Prueba nº 4) hecho por las propias denunciantes entre el 6 y el 18 de julio de 2009, a la vuelta de su baja, a fin de poder contar de una vez con una documentación veraz, comprobable y fiable del estado de la excavación a fecha de 5 de junio de 2009, último día que trabajaron. Los pormenores (finalidad, objetivos, procedimientos…) de ese trabajo de revisión se encuentran en el Documento de Prueba nº 8.

En esa revisión de la documentación generada desde el comienzo de la excavación hasta el 5 de junio (último día que trabajaron las denunciantes), revisión llevada a cabo, como digo, por la Arqueóloga y las dos Ayudantes de Arqueología denunciantes, se encontraron numerosas ausencias y errores que muestran el incumplimiento reiterado del Protocolo establecido, y ponen de manifiesto una reiterada desobediencia de hecho a las instrucciones que regían el desarrollo de la excavación. En algunos casos los errores ya habían sido detectados por mí en la revisión que me vi obligado a realizar a partir del 8 de junio a fin de poder continuar con la excavación (Documento de Prueba nº 2), pero esos casos fueron también revisados, y refrendados o corregidos, según procediese, en la revisión realizada por las denunciantes con posterioridad, durante el mes de julio de 2009.

Por dar una idea del estado de cosas a dicha fecha de 5 de junio, y centrándonos exclusivamente en uno de los que hemos llamado campos críticos, en concreto el del dato de finalización de excavación de cada unidad estratigráfica (recordemos que dejar ese campo en blanco significa que la UE no ha sido excavada, por lo que no se pueden excavar las que están por debajo o son anteriores a ella), se detectaron 45 casos en los que la unidad había sido excavada pero no se había reflejado en la ficha. Estamos hablando de un total global que no llega a 200 fichas, de modo que se trata de cerca de una cuarta parte del total de fichas generadas a lo largo de cinco meses, y eso después de todo el tiempo perdido en revisar una y otra vez la mencionada documentación. No es extraño que continuamente hubiese problemas para encontrar dónde excavar. Había unidades de sobra pendientes de excavación, pero yo no podía saberlo porque el dato no me había sido comunicado, incumpliendo reiteradamente, a pesar de todas las revisiones y de todos mis ruegos, las órdenes e instrucciones emanadas de la Dirección, no sólo legítimas, sino basadas en el protocolo que el propio Equipo Técnico ahora denunciante había redactado y propuesto. Y eso ocurría después de cinco meses de excavación, después de innumerables avisos, y después de haber conseguido superar, aunque fuese aplazando la resolución de los problemas, dos serias situaciones críticas en el desarrollo de los trabajos.

Pues bien: de esas 45 fichas en las que los errores en el campo crítico de la finalización de la UE, llevaban a engaño, 19 de ellas corresponden a las fichas generadas en la semana del 1 al 5 de junio (vide Documento de Prueba nº 4), cuando ya no estaban los técnicos de Malvecín y las únicas técnicas en activo eran las denunciantes; es decir, los errores, que impedían de nuevo seguir con la excavación, habían sido causados por las denunciantes, por el Equipo Técnico con responsabilidades cuya misión era ayudar a la Dirección generando la documentación utilizable por ésta. El Equipo Técnico, restringido ahora a Lucía Costa Suárez-Torga y a María Rodríguez Rodríguez tras la baja de Begoña González Afuera, o bien no se enteraba, lo que revelaría incompetencia, o bien se enteraba pero no me lo comunicaba, lo que revelaría mala fe.

El lunes 8 de junio, mientras me encontraba redactando el Proyecto de Consolidación y Restauración de Estructuras, cuya entrega inmediata era necesaria si queríamos cumplir con los plazos acordados con el Ministerio de Fomento, recibo llamada telefónica de mi Jefe de Servicio, el cual me informa de que han surgido graves problemas en la excavación, que me detallará personalmente en su despacho. Allí, como consta en su informe obrante en este expediente, me comunica que Lucía y María habían decidido solicitar la baja médica porque se sentían incapaces de trabajar conmigo porque les daba miedo, y de que los obreros también se habían ido del castro. Una vez me sobrepuse a la sorpresa inicial, mi inmediata preocupación se centró en el estado de desprotección en que en esos momentos se encontraba el yacimiento, sin presencia alguna de personal, ni técnico, ni operarios, ni vigilante de seguridad, con todos los datos, los ordenadores, las estaciones totales, la documentación y los propios hallazgos en las casetas de obra, completamente desprotegidos ante cualquier posible acto de vandalismo. ¿Y para eso estábamos gastando cantidades de dinero muy considerables en pagar la vigilancia nocturna de seguridad, que abarcaba también los días festivos y cualquier otro momento en que no hubiese personal en el castro? Lo que estaba establecido es que el castro jamás podía quedar solo, sin presencia humana, bien de los trabajadores, bien de los vigilantes de seguridad. Me pareció entonces, y me sigue pareciendo ahora, que dejar el castro en ese estado, sin presencia humana, y sin que nadie me hubiese dado ni intentado dar un aviso telefónico, una grave irresponsabilidad que todavía no alcanzo a comprender.

Emilio Domínguez [el Jefe de Servicio] me planteó la difícil situación que se creaba, al carecer de equipo técnico, para los trabajos de excavación. Le respondí que por eso no tuviese preocupación, que asumía personalmente toda la responsabilidad de las tareas técnicas hasta que la excavación estuviese en un estado digno, capaz de ser presentado ante la Xunta y ante el Ministerio de Fomento sin riesgo de desaprobación. Al plantearle la situación de la desprotección del castro, algo de lo que Emilio lógicamente no se había percatado, acordamos que de inmediato me dirigiese al yacimiento y desde allí, telefónicamente, empezaría las gestiones para volver a la normalidad. Al ir a coger el coche al aparcamiento, recordé que además de las técnicas de arqueología y los operarios estaban también las restauradoras, que nadie había recordado (y que no aparecen tampoco en el relato simplemente porque todo el tiempo realizaron su trabajo con total normalidad y aplicación), que hacían el mismo horario de trabajo que los demás, y que suponía que estarían en su caseta como cada día, por lo que en realidad el castro no estaría desprotegido. Telefoneé a Emilio para comunicárselo, y con esa esperanza me dirigí al yacimiento.

Al llegar comprobé que tampoco estaban las restauradoras, de las cuales no tenía el teléfono. Llamé a Begoña, que no descolgó. Llamé a Lucía, que sí descolgó, y sin comentar nada de la situación le pedí el teléfono de Mercedes (una de las restauradoras); me dijo que tenía que buscarlo, que colgase, que de inmediato me llamaría para dármelo. No lo hizo. Quien me llamó, después de un rato considerablemente largo, fue Mercedes, a la cual había llamado Lucía antes. Mercedes me dijo que, cuando se encontraban trabajando normalmente, fue Lucía a su caseta y les dijo, a ella y a Laura (la otra restauradora) que las Ayudantes de Arqueología abandonaban la excavación y que los obreros también se iban, de modo que allí quedaban las dos solas, y que ellas sabrían lo que hacían. Según me contó Mercedes, les dio miedo quedarse solas en el castro, por lo que se dirigieron a la sede de Malvecín, la empresa a la que pertenecían, pidiendo instrucciones. En Malvecín les dijeron que me llamasen, porque la única persona que podía dar ese tipo de órdenes era el Director Facultativo; y que yo no había comunicado nada a la empresa en ese sentido, por lo que no entendían nada de la situación. Le pregunté a Mercedes por qué no me había llamado, incluso desde la propia sede de Malvecín, y no supo responder. Le dije que llamase a Laura (la otra restauradora) y que se reincorporasen al trabajo, porque la excavación seguía con toda normalidad, y Lucía no era quién para tomar ese tipo de decisiones. Al cabo de un tiempo que no sé cuantificar se personaron en el castro Mercedes y Laura, y retomaron sus tareas con normalidad hasta el final de la excavación varias semanas después.

Llamé a continuación a la sede de Malvecín, en donde me informaron de que tanto los operarios primero, como Mercedes y Laura después, se habían personado en la empresa pidiendo instrucciones; y que los primeros habían informado de que una de las Ayudantes de Arqueología les había dado la orden de abandonar el lugar de trabajo porque se había terminado la excavación (Vide Certificación de la empresa Malvecín, S.L., en la que se hacen constar estos extremos, Documento de Prueba nº 1); que en Malvecín les habían preguntado cómo le habían hecho caso a la orden de personas que no eran el Director Facultativo, único que podía dar esa orden, y que la mencionada Ayudante de Arqueología les dijo que la orden era “de aquel señor”, que era el jefe de José María y que mandaba más que él, ante lo que los obreros, con extrañeza por la situación, optaron por abandonar el castro y dirigirse a la sede de la empresa.

Como se había puesto a llover con fuerza, el responsable de Malvecín optó, a mi modo de ver con acertado criterio, por no ordenar que los operarios volviesen al castro (pues era consciente de que con esa lluvia no se podía excavar, como había ocurrido en anteriores ocasiones) y los distribuyeron entre otras obras de la empresa. Me pareció bien, y como el pronóstico del tiempo anunciaba empeoramiento, con lluvias y viento durante los siguientes días, adoptamos la decisión de que nos llamaríamos diariamente para ver lo que hacer al día siguiente con los operarios, pero que las restauradoras continuarían su trabajo de forma habitual, siguiendo el criterio que ya habíamos empleado en otras ocasiones.

En el Diario de Excavación existe breve referencia a los asuntos que he relatado, del modo siguiente (ver entrada de 9-06-2009):
Os peóns non veñen polo mal tempo de onte (choivas fortes todo o día, imposible traballar, ademáis de que onte, sen avisar á D.F., as arqueólogas mandáronlles marchar nalgún momento da mañán. A ausencia de hoxe foi concertada onte pola tarde con Carlos Cortón, de Malvecín, e non se factura.
Completo fichas cun dato fundamental que deixaran sen cubrir: a data de remate de excavacion de UE. Tal como as deixaron, non hai forma de saber qué foi escavado e qué non foi, e por ende resulta imposible seguir a marcha da escavación. Sigo sen entender o porqué diso, e non espero xa entendelo”.
Chamo a Malvecín para falar da conveniencia de enviar ou non mañán ós peóns. Coa choiva de agora mesmo é imposible traballar, ainda que pare, os solos estarán mañán encharcados e sen posibilidades de traballar. Carlos Cortón concorda en que con este tempo mellor non intentalo. Quedamos en que decidirá él mañán pola mañá, según estea o tempo a primeira hora. Se chove ou amenaza choiva, os envía a outras obras”.
O resultado do día é bo para a escavación, pero demoledor para a moral: 28 fichas con erros sustanciais e/ou ausencia de datos importantes. É certo que con traballo pódense correxir os erros e encher os datos que faltan, pero ¡a qué precio! É realmente inhumán.
[Xa na casa, de noite] “Paro de debuxar ó comezar a ter dificultades de visión, ante o risco de cometer erros. Son as 23:18 horas. Non me queixo: levo sen parar desde as 8:50, e xa antes traballara na casa desde as 7:30. Van case 16 horas de traballo. Realmente é inhumán, pero como levo así moito tempo xa estou afeito. O realmente inhumán é que gasto todo ese tempo en correxir erros e buscar datos que tiñan que estar nas fichas pero non están. A sensación de impotencia, de que a vida váiseme coma serrín entre os dedos, é forte e deprimente. Este esforzo, aplicado ó que tiña que ser, tería dado froitos. Así non é posible. ¡Fóra, depresión! Non teño tempo para deprimirme. Xa me pillarás cando me retire. Ten paciencia.

También el día 10 de junio (ver entrada de dicho día en el Diario de Escavación) se hace referencia al estado de la excavación el día 5 de junio, tal como quedó antes de la marcha de las Ayudantes de Arqueología:
Reviso a folla de tarefas que deixaron o luns antes de marchar. Nin a vira. Non sei se era para min ou interna delas. En todo caso pasou desapercibida: non estaba acompañada por nota ningunha.
Tanto ten: é unha colección de erros. A retirada da 192 e 193 non ten ningunha presa, e non axuda a desbloquear a escavación. Seguen a non entender que hai que conxugar moitas neesidades e procesos diferentes de xeito que ningunha bloquee ás demais. Non se deben escavar agora esas UEs, que non liberan tajo. É mellor deixalas como reserva. Como se chove.
Pero o grave é que se planificaba escavar as 183 e 185, que carecen de foto. Era obligatorio facela antes da toma de cotas, pero que se queres arroz. Así non hai forma de levar sensatamente a escavación: pasan sistemáticamente dos protocolos e das miñas instruccións concretas.
Non deixan outra opción que ratificarme na miña última decisión: queda prohibido tomar calquera iniciativa que sinifique modificación do chan sen a miña autorización expresa. Vai haber que impoñer os escritos firmados. É mágoa e é coñazo, pero o principal, case o único, é a escavación.
É, ademáis, unha barbaridade retirar 14183 e 14185 sen estudar previa e minuciosamente as relacións entre estas UEs e as da cata ACA (Ampliación da Cata A). Son as únicas que poden xuntar dúas series disxuntas. Xa fixen fincapé nesa necesidade, da importancia fundamental, pero seguen a pasar.
Non podo deixarlles a responsabilidade, pero fan caso omiso das indicacións.
O único que estaba ben era a retirada das pedras 14180, na CED que levaba María. Isto daría traballo para un peón, posiblemente Jesús, durante un rato. ¿E os outros? Non pensaron traballo para eles, o que leva á improvisación (fatal) ou ó derroche de tempo e cartos.
Por suposto, o que non fixeron foi o estudo e proposta para a Catalonga-Plataforma, que foi a tarefa que lles encomendei expresamente. Fareino eu esta noite.
En fin, esa foi toda a documentación que deixaron antes de abandonar a escavación o luns, dando orde ós peóns de Malvecín de marchar (sen ter a menor potestade para facer iso, que corresponde exclusivamente á Dirección Facultativa e nunca a axudantes de arqueoloxía), todo elo sen avisar ó Director Facultativo.
Grápase a folla no diario.”

Todo lo presentado es lo suficientemente revelador del estado en que estaba la excavación en el momento en que las denunciantes deciden solicitar al unísono la baja médica, así como del desarrollo de un proceso en el que la actuación de las entonces componentes del Equipo Técnico fue empeorando progresivamente durante el mes de mayo de 2009; su comportamiento final, con el abandono del Diario de Excavación (Documento de Prueba nº 7) y con el intento de colapsar la excavación a espaldas de la Dirección Facultativa, pudiera ser significativo a la hora de entender las motivaciones profundas de todo el proceso y de la denuncia que motivó el presente expediente.

(...)

Lo que ocurrió durante el resto del mes de junio ya no es de incumbencia en este expediente, pero puedo decir que desde el momento en que se reanudó la excavación desaparecieron los problemas de todo tipo. El trabajo se llevó con un ritmo excelente, con mi dirección de seis operarios y la ayuda de las restauradoras Laura y Mercedes, que mostraron su colaboración en todo momento. Logramos ordenar los datos, comprender las zonas confusas, hacer casar las unidades problemáticas, y extraer volúmenes de tierra y piedras más que aceptables. El Diario de Excavación (entradas de los días 25 y 26 de junio) dice así:

Día final de escavación. Remátase o pendente, debuxos do que se escava pola mañá e rexistros (…) Todo un record. Misión cumprida. Gracias, Laura e Mercedes. Sen o voso apoio e a vosa axuda a escavación tería morto a principios de mes, o que sería un desastre.”
“(…) O luns, último día definitivo, simplemente reforzaranse os plásticos con pedras. O resto queda feito, conmigo e cos obreiros Manuel, Luciano, Jesús, Martín, Javier e José. A todos eles, gracias, gracias, gracias”.

 


2012-02-01 20:24 | 0 Comentarios


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